sábado, 19 de enero de 2008

Donde crecen los cipreses


Acudía cada tarde al encuentro de una cita incumplida. Hay quien dice que ella se encontraba molesta cuando descubría su rostro umbrío rondando la calle, y que su estómago se enredaba en alambre de espino cada vez que sus ojos delatores la acechaban entre las cortinas. Ahora su amor era otro, y turbaba su ánimo aquel juez de mirada incómoda que ponía en evidencia tanta promesa rota y juramento peregrino.

Le veía sentado en el banco de piedra, vestido con el traje de lino blanco que llevara cuando ella le comunicó el final de su historia. Bajo el sombrero de paja trenzada se sepultaba l reproche. El rostro estaba más demacrado que de costumbre y su cuerpo mostraba una guerra civil en la que la osamenta era firme candidato en alzarse con la victoria. Tras este golpe de estado, Galo sucumbía cada tarde bajo los cipreses.

-Niña, has de ir a hablar con él -le aconsejó la abuela Escolástica una tarde que la sorprendió camuflada entre las cortinas.

Una cantarada estival pretendía diluirle en aquel banco sempiterno, y su imagen era, si esto fuese posible, aún más patética que de costumbre.

-Me da miedo, abuela.

-Pues, ¿qué ha de hacerte?

Su abuela, por antigua, era la única que comprendía toda esa angustia que las rondas de Galo le provocaban.

Conoció a Galo cuando apenas era una Nancy vestida de gasa blanca en el día de su confirmación; entonces era Galito, y su mirada la devoraba con la furia de un crustáceo hambriento. Aquellos desgarrones de pinzas furiosas provocaron en ella el primer estremecimiento de mujer recién estrenada. Y Galito comenzó a ser Galo el día en que ambos se perdieron en la alameda.

De esto hacía más de un lustro, y hasta entonces ellos dos fueron inseparables. En el pueblo se sabía que la hija del médico y Galito, el hijo del alguacil, acabarían siendo marido y mujer, a pesar de las reticencias del padre de ella. Ahora le contemplaba allí, frente a la puerta de su casa, con el cuerpo cadavérico empapado, sin recordar el momento exacto en el que otro se le coló de rondón en su mente.

Cuando ella regresó de Madrid, después de tres años de internado, todo se le antojaba distinto. Los encuentros esporádicos no cesaron en aquel tiempo interminable y el cruce de correspondencia sólo se interrumpía en los periodos vacacionales. El amor de ambos parecía inmutable.

Pero lo cierto era, que las calles del pueblo, en invierno, le resultaban lóbregas y cansinas; el Cancho Gordo, donde se fugaron tantas veces a fumar a escondidas, ya no era aquella roca majestuosa en medio del valle, sino un ridículo accidente, comparado con los edificios a los que tenía acostumbrados sus ojos en Madrid; la fiesta de Mayo se le antojaba una irrisoria congregación de parroquianos que no podía competir con la multitud que hervía cualquier día en la Puerta del Sol. Hasta Galo era diferente a los muchachos de la urbe.

Quizás fue por ello que Alfonso, sobrino del alcalde, quien llegara un verano para pasar las vacaciones, fue entrando, poco a poco, en sus entretelas. Sin que Galo lo supiera, sin que ella se enterase...

Se enteró después, cuando ya no había remedio: el día en el que ella le anunció la funesta noticia... Galo había acudido a la cita con aquel traje de lino blanco, comprado para la ocasión, con la intención de proponerle matrimonio.

-Has de ir a hablar con él, niña, o no te dejará nunca en paz.

Se convenció de la necesidad de una seria conversación con Galo la noche en que despertó entre fumarolas. Allí estaba él, en la penumbra de su habitación, observándola muy serio. Cuando acudieron en su ayuda, alertados por los alaridos, Galo se había esfumado ya.

A la mañana siguiente se despertó resuelta en dejar pasar aquel día sin hablar con él.

-¿Te acompaño, hija?

-No, abuela, debo de ir sola.

Se dirigió hacia donde crecen los cipreses. Besó con ternura la fotografía de Galo que fijaron en su lápida y le juró, una vez más, que él era su único amor y nunca podría olvidarlo. Le pidió perdón por lo que le había hecho, y que si volvía a rondarla en forma de espectro, entendería que no la perdonaba, y no se casaría con Alfonso hasta que él no se lo permitiese.

Nunca más volvió a ver la cara triste de Galo observándola desde los cipreses...





3 comentarios:

Libi dijo...

Esto si que mrece la pena leerlo, y no las bobadas que scribo yo....
La foto del angel... es la película Killing me softly, verdad???
un saludo

Anónimo dijo...

Hola Daky:

Muchas gracias por detenerte en mis letras y me alegro de que te gusten.

El tema del ángel: la verdad es que no tengo ni idea; lo encontré en el google imágenes.

Un saludo de Fran.

Anónimo dijo...

tengo un video de AMPARO OTERO BELMAR la tal WILDROSE O TACITURNA chupandole una polla en la fecha en que era supuestamente novia de escritor (cuando lo del video de la iglesia).

No es la polla de escritor pq en el segundo 0:41 se le ve la cara: moreno unos ventitantos, la grabo con el movil. me lo mandaron a la cuenta de gmail hace pocos dias pero no me lo dejan subir a youtube. todo es un montaje de ezcritor q le propuso el dia de la oliva (en la mesa de aquella taberna) a wildrose (ezcritor se puso a jugar con una oliva y se lametio en el canalillo)

tengo un video de AMPARO OTERO BELMAR la tal WILDROSE O TACITURNA chupandole una polla en la fecha en que era supuestamente novia de escritor (cuando lo del video de la iglesia).

No es la polla de escritor pq en el segundo 0:41 se le ve la cara: moreno unos ventitantos, la grabo con el movil. me lo mandaron a la cuenta de gmail hace pocos dias pero no me lo dejan subir a youtube. todo es un montaje de ezcritor q le propuso el dia de la oliva (en la mesa de aquella taberna) a wildrose (ezcritor se puso a jugar con una oliva y se lametio en el canalillo)

lo dijo Y ESTA DEL ARTICULO ES LA HERMANA DE LA AMPARO FEA REPULSIVA Y RIDICULA COMO LA OTRA, LA CAROLINA LA ANODINA QUE NI CANTA NI ESCRIBE NI NADA DE NADA, OTRA PUERCA SIN MAS · 12 Julio 2008 | 06:10 AM

lo dijo EN EL ENLACE SE PUEDE OBSERVAR COMO LA CAROLINA OTERO LA PALURDA RIDICULA HA RETIRADO EL VIDEO DE UN DIRECTO PARA TAPAR QUE NO DA MAS DE SI, ERA DE VERGUENZA DESDE LUEGO · 12 Julio 2008 | 06:13 AM